En el instante del clímax,
-al desperezarte-,
con tu máxima tensión
y sentada aún en la cama;
te congelaría.
Recortaré contra el sol de la ventana
la silueta del amor en duermevela,
cortaría los tabiques y el cristal
para que entrase más aire y respirar.
Con el brillo y el rumor
que delata estalactitas,
te relego en el cajón de la mesilla;
cerraré por no escucharte,
y te tendré preparada
para remojar mi boca,
en las noches de bochorno
que me levantan los vilos.
Y aquí estoy.
Succionando liquidez que sabe a ti,
lamiéndote cada dedo
como al helado de instante que eres hoy.
Refrescaré mis calores
desvistiéndote del hielo;
y seguiré a lametones,
hasta que pueda comerme
toda tu ropa interior.
Quiero congelarte viva,
para quemarnos después,
en este infierno de mierda
que moja todas las cosas
y a mí me la pone dura.
¿Te he dicho ya lo que me impresionan tus poemas? ¿No?
Pues eso.
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Eso me ha llegado. Muchas gracias, mi ego y yo bailamos de contentos; se agradece cuando escuchas que lo que haces también ‘llega’, que conmueve de alguna manera en otra alma. Un placer tenerte por aquí y un gusto que adoptes mis escritos, porque en verdad cuando los lees ya son tuyos. Muchas gracias por leer y por el comentario. Un saludo!
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Ese final. Un orgasmo.
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Eso suena a algo agradable, placentero. Gracias, me ha alegrado verte. Saludos!
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