Dos tiros libres

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Una vida viviendo en el cuerpo de otro, la vida de un yo al que la talla 42 le iba muy grande. La vida es curiosa, solo quiere saber para ponerte en tu sitio ¿Me enseñas el carné? -me dijo. Muy bien, empresario, maquinista, cajera y ayudante de producción en un programa de la tele ¿y cómo es que eres tan raro? ¡Si yo te contara!  Jamás llegué a ser nada de eso. Solo vivía esas cosas con el disfraz de un cuerdo y no se me daba mal fingir. Fingir que vivía. También aprendí a Mentir. Si sigues el rastro de todas sus vísceras, me hallarás en mi casa sentado en el suelo hablando con la pared [Benditos Burning]. Siempre sabiendo que no y asintiendo como un necio.

«Haz lo que creas que sabes hacer, haz lo que puedas hacer sin mirar un reloj, o haz lo que llene tu espacio vacío; pero no hagas nada al viés aunque te paguen en dinero».

Eso es lo que me dijo un gilipollas hace unos meses. El gilipollas está metido en mis pantalones y es como un borracho y un niño a la vez ¿Y ahora qué?

«Nada. Ahora ya es tarde» sentenció. ¿Tarde? ¡Que te follen!

Ya no quiero trabajar. Me la suda lo que ponga el dni. Las cuentas se las rindo a la evidencia.

Puto tarado feliz.

Toco la guitarra y tengo un blog. Hablo con la punta de los dedos. No puedo pedir más, ni siquiera un trabajo. Ven conmigo gilipollas, nos vamos.

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