Viajo en descenso con cientos de otros que no son yo.
Está oscuro,
huelo el óxido húmedo de las paredes.
Siento el descenso clavarse en las tripas,
mientras vamos cayendo hacia la claridad.
Hoy no hay solución.
Estallo en el suelo con la marabunta,
y vuelvo a quedar solo;
me acurruco rodando sobre la acera,
me deslizo por un plano horizontal…
¡Voy a llegar al abismo!
Voy a llegar al abismo,
y a saltar hacia el vacío con el suelo de adoquines.
Me filtraré entre sus dientes,
me quedaré en el sustrato para buscar el rosal.
Siendo una gota que llora,
la Señora Tempestad,
solo quiero pedir eso;
vengo de las azoteas y no tengo otro lugar donde morirme.
¡Bravissimo!
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Muchas gracias Natalia ¿te gustó? Dudaba de si reflejaba la angustia de ser una gota insignificante en la inmensidad de una tormenta que no deja de supurar. Un placer verte por aquí. Bss.
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Me encantó. Creo que la mejor poesía es aquella que habla de las pequeñas cosas de la vida y has conseguido hacerme sentir hablando de algo que a muchos podría parecerles una minucia, pero que para muchos otros, como nosotros, no es así 🙂
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