Me tumbo a llorar bajo mis huesos,
nunca me caldea el sol.
El calibre con que mido las tormentas,
son punzantes isobaras con la forma de mi cuerpo;
dentro llevo dos abismos:
el de reflejos azules,
es profundo y lo has rellenado de mar,
el otro es desfiladero para la santa compaña.
Pinto uñas de alacrán con purpurina,
quiero que brille el veneno que me vacía por dentro,
quiero verlo desde lejos;
las corrientes ascendentes preñan los huecos vacíos,
elevan tonalidades y me tensan cuando muerdo el polvo gris.
Ya no alcanzo ni la horca.
Colgar sería descanso
para un cuerpo sin toallas en la playa.
Que gusto leerte. Nunca decepcionas. Un abrazo 🙂
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Muchas gracias Natalia, ojalá todos los ojos, como los que tienes tú para leerme. Un abrazo y encantado de gustarte, es gusto de viene y va. 😉
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Desde ese centro de gravedad donde estás instalado no necesitas equipaje mi maletas. Viajas con la tierra con las rotaciones del planeta. Es impresionante.
Solemos ser muy atrevidos y estúpidos al decir: mira ahí va un hombre solo. Cuando en verdad, lo que nos asusta y nos jode es ver a un hombre «tan habitado».
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No es cómodo muchas veces, a ratos desborda. Al final he encontrado este agujero -las letras- y «como suelo ser muy bipolar, lanzo renglones por las redes, para ver si atrapo un corazón y consigo alguna vez hacerme un trío». Es lo que busco. Me pone conectar, y me alegra y te agradezco que me veas como dices. Aciertas en lo de solo, lo demás me lo tomo también como un cumplido, es un comentario precioso. Muchas gracias también por leerme.
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Pues como pescador consigues muy a menodo el milagro de los panes y los peces.. XD
Por fa, no me agradezcas leerte, te prometo que, hoy por hoy, es una necesidad.
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