Te estás convirtiendo
en la copa de un árbol.
Una bella, la distante, una extraña ya lejana,
ignorante de la hormiga
que admira todas tus ramas,
aun cuando trepa tus muslos,
sabiendo que no hay mañana.
Continuará, probablemente,
porque el cerebro no le va a servir de nada,
porque no intuye posible retirada
y porque ningún insecto
se va a cansar de tu alma.
Cuántas hormigas no habrán escalado un árbol en busca de una copa que ni siquiera es consciente de su presencia…
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Me encanta pensar en ello, en todo ese amor sin mácula, porque nunca fue físico, y en la inmensa ternura que me despierta el perdedor… ay
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